Instructoras de vuelo de brujas aprendizas

A mi madre, señora de las Nostalgias

Curiosa la metamorfósis que sufre el útero de la mujer cuando llega al climaterio. Según la Medicina Tradicional China (gracias, Coral, por tu valiosa clase en la terraza de Mirta), al llegar a esa edad, el útero -que como sabeis tiene la forma de una pera invertida- comienza, literalmente, a darse la vuelta. El período que tarda en dar una vuelta de 90 grados, puede durar años. Esto explica los cambios que se producen tanto a nivel biológico como emocional. El útero ha movido el mundo desde siempre, así que es justo que llegado el momento, pues decida “mover”, como decía un amigo mío cuando quería marcharse. Quizá sea el mejor momento de la vida, pero la cultura occidental se ha empeñado en hacer acopio de la productividad, y pareciera que una mujer que deja de “producir” (en sentido reproductivo) se vuelve descartable.

Esta sorprendente rotación del útero explica el por qué de los famosos “sofocos”, los desequilibrios hormonales, la sequedad vaginal, la dispareunia, el vértigo, las jaquecas, las depresiones y los cambios de humor que se dan en la menopausia. En un gag de la película Manuale di’amore, Frances McDormand se queja de estar “premenopaústica”, sólo que en vez de comprenderse, la pobre mujer se auto-compadece. La sociedad no suele ser tan condescendiente. Cuando una mujer sufre un arrebato, incluso se le llega a reprochar con desprecio su condición de hembra menopáustica. Se olvida -o más bien se desconoce- que en las sociedades tribales, las mujeres no eran aceptadas en el consejo chamánico hasta bien superado el climaterio, y que eran ellas, justamente, las que traían los niños al mundo cuando una hembra joven estaba a punto de parir. Se olvida -o más bien se ignora- que una mujer menopáustica es suprasensible, y que habiendo vivido su vida en plenitud, será mucho más sabia que a los treinta.

Pero lo más triste no es la falta de aceptación a nivel social, sino el propio auto-rechazo que padecen algunas mujeres al llegar a esta edad. Siempre he creído que si te niegas a aceptar el proceso natural de crecimiento (podría haber dicho “de deterioro físico”, pero he preferido llamarlo así porque creo que somos algo más que uncuerpo) es que no has vivido bien tu vida, que la has vivido a medias, o que la has vivido sólo por vivir. Estas mujeres suelen implicarse en relaciones enfermizas, y entran en una dinámica de resignación que sólo puede estar jutificada por la manera en que sus propias madres y abuelas vivieron la menopausia: no como un renacimiento, sino como una especie de castración. Otras, en cambio, se vuelven adictas a las cirujías, a las dietas meteóricas, a la competencia con mujeres más jóvenes, a la competencia con los hombres (no hay cosa que me parezca más absurda que una mujer compitiendo contra un hombre per se) y van por la vida depredando todo lo que encuentran a su paso (sea parejas, empresas, e inclusive hijos).

Vamos, que en vez de vivir hacia adelante, viven hacia atrás.

Luego están las otras, las que a mí me gustan. Son las que aceptan el paso del tiempo, y que aceptándolo, lo bendicen. Son las que viven no a tope, sino intensamente, de afuera hacia dentro, y no al revés. Son las que no pudiendo ya enhebrar los delicados embriones del amor, enhebran otros: los universales, los etéricos, los clarividentes, los empíricos, los de la plenitud sexual y del sosiego. Son las que se rigen por el eje del cérvix con la cúspide apuntando hacia plexo. Son las que fluyen con la corriente de la vida en línea directa al chakra craneal. Son las brujas del Tercer Ojo abierto de par en par, las cartógrafas de los mapas que dibujan las estrellas dentro de los vientres femeninos, las Eurídices que vuelven del Infierno solas, pero robustecidas; las magas de la segunda oportunidad, las instructoras de vuelo de las brujas aprendizas, las que exhiben sus arrugas con el desparpajo alegre de una quiceañera con un tanga. Ésas son las que a mí me gustan, y así me gustaría ser a mí cuando llegue a esa edad.

Está probado que si la mujer vive la travesía del útero de forma natural y sin lastres, tiene asegurado un boleto de ida. Que para los de vuelta, ya están los cirujanos caros.


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