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Mostrando entradas de marzo, 2010

H.I.J.O.S en Madrid. Todos los que aún estamos aquí

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La poesía es pan para hoy y hombre para el maniana. (Totema) Martín Poni Micharvegas no es sólo una persona digna de verse y leerse, sino todo un personaje. Poni llama la atención al entrar, con su pintoresco chambergo de fieltro, su larga gabardina sesentera y su pelambre de incuestionable asambleario de la vieja guardia –única y verdadera guardia, quizá- de mitad de los ’60. A sus gloriosos setentaycuántos, es lo que en estos tiempos de utopía ya muerta según Lipovetsky and Company, llamaríamos un romántico. Sin embargo, el Poni no puede ser más real. Le conocí ayer, de forma casual, en una performance que se hizo en cierta sala muy malharrense del barrio de Lavapies, en Madrid –para quien todavía no lo sepa, la Malharro es la escuela donde estudié Bellas Artes allá por los ’90-, celebrada por el grupo H.I.J.O.S, Casa Argentina de Madrid y CE-AM (Comisión de argentinos exiliados en Madrid), a propósito de los 34 años de la dictadura videliana. Se trataba de una reunión senc

En la fragua de Vulcano

De la mano del poeta, editor y crítico Carlos Morales, recibí hace un tiempo un puñado de libros de la Editorial El Toro de Barro . Luego de leer Coexistence, le envié un e-mail donde ponía: Creo que Coexistence es sencillamente demoledor. No sé si el epíteto es el correcto, pero es fiel reflejo de la manera en que me ha afectado. Una perla negra en el yerbal. Y es grande el yerbal. La perla, en cambio, es preciosa. No hemos tenido oportunidad, aún, de conversar en profundidad sobre esos libros. Libros cuya austera edición, hecha se ve que a base de sacrificios y con el capital justo y necesario como para que salieran a la luz anaranjados y relucientes, con su logo a la vieja usanza y su colofón que incluye no sólo la fecha de impresión, sino la festividad que se celebraba ese día, me han producido una emoción que roza con la reminiscencia. No sé por qué, al primer vistazo he pensado en Vulcano, aquel dios de las fraguas, el artesano de los dioses, forjador del hierro, escultor, socio

El caníbal se vende por calderilla

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He quitado la televisión. Ahora sólo veo películas. En lo posible, comedias. Aunque, bueno, si se pretende un humor del más negro la verdad es que la tele da mucho de sí. Por eso, cuando he visto que la policía tiene derecho a violar la propiedad privada de cualquiera para arrestar a un simpapeles (negro, por supuesto), en TVCuatro crean un programa donde un "indígena" le dice a la periodista: "Oye, Andrea, ¿no ves que me estresas?", y todo el mundo ríe, he pensado que bien podría quitar la tele. Aparece la monísima Nuria Roca haciendo la publi: "Ven a vivir con nosotros la aventura más... SALVAJE". Si miras TVE a la hora del telediario, te saldrá una periodista rubia con flequillito recién pasada por maquillaje hablando, como es natural, de la Crisis. Entonces he pensado: quito la tele. Y sí, la quito, porque hay quienes estamos hasta lo que no cabe en palabras de tanta hipocresía y tanta boñiga, que ya empieza a oler. Pero me río. Me río con los dien

ParaCelso

Cuando estaban las brujas el árbol se conocía por su fruto. Con celo guardó Paracelso sus tabletas de Roscellus, en el arcón quemado de las brujas con el gólem, el árbol y el fruto. Oh gran Paracelso, astrum in corpore padre fundacional del humúnculo abuelo del hombre de jenjibre del autómata, del cyborg y del alien ladrón de grimorios y pociones que de su puño y letra y con tinta de huesos, escribiera: sírvase un puñado de corteza de mandrágora treinta gramos de semilla de beleño semilla de adormidera blanca, otros treinta y de semilla roja otros treinta más, macháquese y póngase en agua (de fuente) un litro, luego cuézase hasta que se consuma la tercera parte cuélese y añádase a la coladura azúcar muy blanco, cuézase de nuevo hasta que el azúcar quede casi inconsistente, siete gramos con seis de nuez moscada y otros siete de galia almizclada con madera de aloe en igual medida corteza de mandrágora al once y al once la semilla de beleño con la semilla de adormidera roja y de la otra,