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Mostrando las entradas etiquetadas como RELATOS

Mo-mo

Mi madre nos ponía la merienda en una fiambrera dentro de la mochila. Ella se preocupaba por mí, que comía poco y andaba mucho, que era una cría nerviosa, un culo de mal asiento. Me llenaba la fiambrera con un enorme bocata de queso hecho con pan de higos secos y pipas de calabaza, para evitar las lombrices; pero igual no había manera de que yo me lo comiera todo. Un día le dije: “Madre, pónme algo ligero”, porque ya empezaba a hacer calor y a mí la comida siempre me ha caído pesada cuando hace calor. Mo-mo estaba ahí conmigo, llenando su mochila sin prestar atención. Cuando llegó la hora de la merienda, me tumbé en un banco con mis colegas y saqué la fiambrera. Al notar que se movía, di un grito y la fiambrera voló por los aires. ¿Qué demonios había allí dentro? Mis colegas y yo formamos corro alrededor. Nadie se atrevía a abrirlo. “Bocata no”, dijo una chavala, “porque esas cosas no suelen saltar en las fiambreras”. Insecto ponzoñoso o mascota, tampoco, pensé, porque yo tenía un rada

Búscate la vida

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¿ Habeis notado que hay gente que va por la vida dando la sensación de que en vez de sangre, por las venas le corriera, por ejemplo, horchata? No estoy hablando de los típicos canallas, esa gente insensible y maliciosa que se solaza haciéndole la vida imposible a los demás. No. Yo hablo de otra cosa. Hablo de una actitud generalizada de… cómo te diría, ¿desidia?, que me llama poderosamente la atención. Para empezar, yo huyo del síndrome del horchatismo . Y la verdad es que huyo con todas mis fuerzas, tal como si huyera de una epidemia. O más bien de una pandemia. Que es lo que es. Me llevó algún tiempo encontrar una palabra que se adecuara al perfil del horchatero, hasta que finalmente la encontré. Y es apatía. Fijaos qué sencillo. A diferencia de la simpatía y la antipatía, la apatía es un estado de ánimo neutro. En lo personal, la neutralidad me resulta incluso más irritante que el extremismo, ya que al menos éste destaca por su apasionamiento; sin embargo, la neutralidad es

Teresa del siglo de los locos

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Vaya con Teresa. La pequeña Teresa, la atormentada Teresa, la Teresa nacida y renacida de la simiente etérea de Jesús. La Teresa envasada al vacío en su traje de novicia salvaje; la herética, obstinada, valiente y alienada Teresa, locamente enamorada de la Santa Sangre que limpiaría su vergüenza. Parece ser que Teresa había perdido la virginalidad -algo imperdonable en pleno apogeo del cinturón de castidad y encayolamiento del clítoris- y que, para santificar su vergüenza, se enclaustró entre las cien paredes de un convento. Sucedió en Ávila, en 1533. Cuentan que Teresa se durmió durante cuatro días, que se la declaró muerta y que volvió de entre los muertos, siendo su padre testigo del incidente. Con la carne rota por los heridas que ella misma se infrigía -¿por amor a la divinidad, por el placer morboso que le producía el martirio de la carne vedada, o por el ansia de revivir una y otra vez la martirizante petit-mort que alivia el corsé de la culpa?- Teresa escribiría con

Por si las moscas

Hoy mientras escribía en el codichoso azulejo apareció, se filtró, se materializó de forma inexplicable (ya que tenía todas las ventanas cerradas, o eso creía), una mosca. Mejor dicho, un moscardón. Aunque ahora que reviso el diccionario me entero de que el moscardón es o puede ser una mosca cuyas larvas se crían en el estómago de algunos mamíferos, especialmente caballos y asnos y por aquí esa fauna es prácticamente inexistente, pues diré que en realidad no entró un moscardón, sino un moscón, que es una mosca algo más grande de la normal y corriente mosca de cualquier hijo de vecino, pero que además zumba, y zumba de un modo tan insoportable que por muy grande que sea tu adicción a las pantallas, pues saltas de la silla y vuelas a coger el Raid mata moscas y mosquitos, que ya sabemos que los mata bien muertos. Y como todo ser humano mayor de cinco años y con una larga experiencia de convivencia con estos seres insignificantes que zurcan la quinta dimensión del aire, yo sabía que cuand