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Mostrando entradas de julio, 2008

Giacometti

Boyaba entre la fantasía y la euforia. No era que le gustara hacerlo: era que no podía evitarlo. Lo usaba como único pasaporte a su tierra de adentro; porque en la otra, en la de afuera (le gustaba hacerles creer a todos que era como ellos y poner cara de circunstancia cuando alguien le hablaba del precio del pan o de la carne) no era más que un tío raro modelando criaturas de barro delgadas como cerillas. Muy de tarde en tarde, cuando nadie le veía, salía a pillar constelaciones en los botes de basura, y así, tal como las encontraba, las recogía en una bolsa y se las llevaba a casa. Surrealista. Existencialista. ¿Qué era todo eso?¿Era él algo de eso? Él sólo llevaba un disfraz. Con sus dedos, calculaba cada porción de miedo. Es sabido que el hombre puede protegerse contra el peligro, pero ¿puede protegerse contra el miedo?¿Cómo expresar lo que hay bajo el pellejo del miedo? Mostrar la pulpa, verla primero dentro de sus ojos. Imaginarla en los poros oxidados de los cascos que se pud

Astarté

Cuenta la leyenda de Gilgamesh, que en las llanuras aún sin cultivar pusieron a un hombre salvaje y peludo, Enkidu. Así como los animales, él también merodeaba y comía con ellos. Tras ser colocado por un cazador en un pozo de agua donde los animales acostumbraban a beber, se lo comunicaron a Gilgamesh, quien planeaba capturarlo. Envió a una sacerdotisa consagrada a la Diosa Astarté , al pozo donde solía ir el cazador. Cuando la sacerdotisa llegó al lugar, ahí estaba Enkidu. El cazador ordenó a la mujer que se quitara la ropa "estirada y descubriendo sus frutos maduros". Ella abrió sus ropas, exponiendo sus encantos, complaciente a sus abrazos que durante seis días y seis noches gratificaron su deseo, hasta que venció su lado salvaje. Después de eso, Enkidu fue llevado por esa mujer a las puertas de la ciudad, el centro de la civilización humana. - Enciclopedia de ética y religión, de James Hastings. Vol. 6