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Mostrando entradas de septiembre, 2008

Con celo

Hace unos años me dio por hacer un seminario por la UIMP en una preciosa ciudad castellana que no voy a nombrar. Entre los ponentes, la estrella era un crítico de arte y filósofo de la escuela de Walter Benjamin -a quien tampoco nombraré-, que al margen de su erudición, demostró ser un indivíduo de lo más carismático, cuando al cierre del seminario le retaron a tocar la guitarra flamenca y dio un conciertazo de cojones, con sangría incluída, y baile y cante al que se apuntaron cátedra y alumnado. Como era de esperar, todos acabamos borrachos. Pero había más: todavía quedaba la exposición. El grueso de los expositores eran alumnos de los ponentes, todos ellos gente de la Complutense, todos de abultado currículum y no obstante sabuesos impenitentes del lumbreras francés tocador de guitarra. O sea -y con perdón-, unos chupaculos. Unos pelotillas de dientes largos. Y sus alumnos tanto más. Entre todos, y a lo largo de cinco días que a mí se me hicieron eternos, inflaron un globo elitista d

Elogio del bufón

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Siempre me ha fascinado la figura del bufón, esa criatura grotesca, divertida y capciosa, presente en la historia del mundo desde tiempos inmemoriales. El bufón, eterno compañero del rey, mascota y entretenedor oficial de un soberano siempre obligado a guardar las formas, y también su consejero y confidente, no puede ser la figura mejor olvidada de la humanidad. Quizá sea porque al lado oscuro conviene ocultarlo. Razón por la cual, la existencia del bufón se vuelve imprescindible. De hecho ¿qué sería del rey sin su bufón? El bufón es la encarnación misma de las vergüenzas ajenas, incluídas las del propio rey. Similar a la metáfora del váter (al que eufemísticamente, y no sin motivo, se le llama también “el trono”), el bufón es la metáfora de todo lo que no debe mostrarse, de lo vergonzante, prohibido, y extravagante. Es el mamarracho del alma. Su doble inconfesable. La criatura antediluviana que todos llevamos dentro, que todavía camina en cuatro patas y que le chilla a la Tierra y a

Achille Benito Oliva: esto es vanguardia.

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Señoras y señores, el Arte es definitivamente un invento europeo . Y en segunda instancia, norteamericano. Ya lo aclara Achille Bonito Oliva (ABO) prestigioso crítico de arte, curador de la Bienal de Venecia 1993 (entre otras, seguro que tendrá más), y supuesto creador de la llamada Transvanguardia , un refrito de estilos y tendencias ya existentes en las artes plásticas (otro tentáculo de la posmodernidad), todavía en vigencia. Vamos, de lo que se lleva. Aquí les suelto un extracto de la entrevista que le realizó Jorge Eduardo Eielson hace unos años: JEE.— Y ahora pasemos a un argumento algo diverso, relacionado con América Latina, continente en el que nací y cuyos problemas, obviamente, me tocan muy de cerca. Mi primera pregunta es ésta: ¿por qué los artistas latinoamericanos casi nunca son invitados, o lo son de manera mínima, a las grandes manifestaciones internacionales, como la última Documenta, por ejemplo? ABO— No creo necesario recordarte que hoy más que nunca la investi