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Mostrando entradas de enero, 2013

La víctima feliz

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Post escrito en 2007, desde Madrid, y nunca publicado hasta hoy. Recuerdo bien mi cuarto o quinto paseo como víctima feliz por una gran superfície (un mall a la europea) si es que lo era. Puede que fuese el H&M de Madonna o el Zara, no estoy segura. Estaba eligiendo un jersey -una monada de ésas completamente inútiles que dan la impresión de abrigar, pero que sólo adornan- cuando me entró la náusea. Náusea con vahído, y la sacudida de la desrealización. Nunca había experimentado algo así, y me asusté. Pero hablemos de la víctima feliz. Contradictoria definición, ¿verdad?, una víctima feliz... Al hablar con la gente llama la atención que se haga tanto hincapié en la posesión de una hipoteca. Hasta hace un tiempo -no más tres años- tener una hipoteca era señal de prosperidad a largo plazo. Señal de solvencia, de un trabajo estable, de fiabilidad, y por supuesto, de obtención de créditos. La hipoteca era un bien -vaya paradoja- del que uno podía jactarse con un tono ent

El puerto

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El puerto de Mar del Plata tiene el encanto de lo decadente. Naranja y apático, al puerto se baja por la perla de una lágrima. Es pequeño, una lengua exigua de mar, un charco ceboso sin horizonte a la vista, mi capitán. Me fumo un cigarro sentada en el muelle, viendo cómo un viejo lobo le comenta a su amigo el alza de los precios… viste, boludo, sentado en la proa sobre el gran nudo de amarre. Y pasa un pato, quizá una gaviota empetrolada. El animal aterriza en el charol verde oscuro del agua y algo debe pillar, porque come. Mi objetivo es dejar que transcurra. Darme un paseo por ahí. Toda mi infancia, hasta en mis sueños, estuvo marcada por ese puerto. Tengo el vago recuerdo de una niña cayendo al agua en una cesta de pesca… ¿sería yo? Mi madre no recuerda el supuesto, yo sí. Siempre don Conrado, reza el nombre de pila de una honorable barcaza naranja chillón. Lo anónimo se hace mítico, Hemingway estaría encantado. Siempre don… quien sea, hay un código entre los pescadore

La araña frágil

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La interactividad es un concepto nuevo que no existía antes de la era Internet. El hiperespacio es multidimensional. De esta coyuntura surgen términos como blogonovela o ciberpoesía , y empiezan a salir a la calle libros en papel de escritores que antes estaban en Internet. A la vez, se retorna al incunable: gente creando libros-objeto que se venden en galerías de arte: que es lo que son los libros-objeto, piezas verdaderamente artesanales, códices del siglo XXI. Lectores entusiastas comentando una blogonovela, y no sólo eso : re-haciéndola en su propia exégesis. Al abolirse la línea vertical que sitúa al Autor por encima del anónimo lector -no olvidemos que el escritor antes de autor ha tenido que ser lector, o cuanto menos, oidor-; ambos tienen la posibilidad de interactuar. A la pieza literaria en cuestión se le podrá añadir, además, un vídeo, un background o un repertorio de links. Al abolirse la verticalidad de las jerarquías, lo que cambia es el vínculo. La interacti